doña chana: pero ¿de qué? orlando: [ríe] ¿cómo que de qué? cía no sabe nada. al menos que tú hayas abierto con alguien más esa bocota que tienes. orlando: no. no, no, no, yo a nadie le he contado lo que usted y yo descubrimos. doña chana: y por el bien de soledad y de su hija, espero que te sigas quedando calladito, muchacho. orlando: Óigame, ana lucía tiene derecho a saber la verdad. doña chana: pues, ¿a ti qué te importa? ni te va ni te viene. yo ya estoy hasta la coronilla de que todos los días vengas a darme lata. búscate otra cosa en qué entretenerte. orlando: pues voy a seguir viniendo a darle lata día y noche hasta que usted me diga lo que quiero saber. santiago: tranquila, mi amor, no va a pasar nada. ana lucía: santiago, pasamos toda la noche fuera. vinimos hasta san nicolás. santiago: ¿y te arrepientes? ana lucía: no. no, no, no, para nada. estar contigo es, ay, lo mejor que me ha pasado en toda la vida. santiago: a mí también. no sé si en la vida que no recuerdo haya tenido un momento así, pero estoy seguro de que nada supera esto.